Observaciones y precisiones sobre artículo en Cubaencuentro

Cubaencuentro ha publicado un artículo en dos partes del físico y escritor José Gabriel Barrenechea, dedicado a comentar sobre la traducción al inglés de un texto propio (publicado originalmente en español el pasado 4 de mayo en OnCuba), que amerita las siguientes observaciones y precisiones:

·        Deseo agradecer a Barrenechea la atención dedicada a mi artículo (él lo califica como un ensayo, en tanto yo lo consideraría como un simple artículo de opinión), en correspondencia con mi intención de promover un debate público sobre la política exterior cubana de los próximos años.

·        No me consta que Barrenechea y yo nos conozcamos personalmente ni mucho menos que alguna vez hayamos compartido nuestros pensamientos más íntimos. Por eso me sorprende que, entre otras caracterizaciones, me atribuya tener “profundos traumas y complejos sentimientos hacia nuestros vecinos”, en referencia a mi supuesta actitud hacia el gobierno de Estados Unidos. Aunque agradezco el diagnóstico psicológico gratuito, me siento en la obligación de señalar que, en el supuesto caso de que se tratara de una descripción totalmente ajustada a la realidad, sin dudas habría que reconocer que existen muy buenas razones para ello, sobre todo considerando que como ciudadano cubano he vivido mis 52 años sometido al criminal bloqueo del gobierno estadounidense.

·        Barrenechea no es exacto ni demuestra una adecuada comprensión al referirse al tercer escenario presentado en mi artículo, denominado “No alineamiento activo”. Por un lado, arbitrariamente elimina el adjetivo “activo”, que es tremendamente relevante. Por otra parte, identifica las políticas exteriores de no alineamiento de manera general, de las cuales pudieran existir ejemplos en diferentes épocas, con su expresión histórica específica durante el período de Guerra Fría, tipificada en el Movimiento de Países No Alineados. La descripción del contenido de ese escenario en mi artículo, aunque muy sucinta, resulta suficiente para evidenciar que tal identificación es inapropiada. En tal sentido, le recomiendo remitirse a los desarrollos conceptuales contemporáneos sobre está opción de política exterior, aplicada a los países latinoamericanos para el mundo presente y por venir.

·        Barrenechea tampoco es exacto y hace una incorrecta interpretación al señalar que “las dos alternativas de política exterior preferidas por Yepe” serían los escenarios 2 (alineamiento con China y Rusia) y 3 (no alineamiento activo) presentados en mi artículo.  Mi verdadera preferencia quedó manifestada de manera clara y explícita en el texto, y se refiere únicamente a la tercera opción (no alineamiento activo). No obstante, para que quede todavía más claro, aquí lo expresaré de otra manera: no deseo para mi país ni el alineamiento con Estados Unidos ni el alineamiento con China y/o Rusia. En tal sentido, reafirmo mi opinión de que en el mundo actual es perfectamente posible y deseable para un país con las características de Cuba desarrollar una política de no alineamiento activo. De hecho, considero que las tendencias que apuntan hacia un mundo multipolar o policéntrico presentan enormes oportunidades para eso y no deberían ser desaprovechadas. Como ya expresé en un texto anterior, y ya que Barrenechea es físico, creo que a Cuba le conviene mucho comportarse en la política internacional como un “electrón libre”. Esta visión en modo alguno contradice mi recomendación (que parte del sentido común y del realismo político más básico) en el sentido de que, mientras el gobierno de Estados Unidos mantenga una política de hostilidad política y bloqueo económico contra Cuba, el gobierno cubano haría bien en desarrollar las mejores relaciones posibles con China, Rusia y todas las demás regiones y naciones que estén dispuestas a hacer lo mismo. De hecho, creo que ese ha sido el eje central de la esencialmente exitosa política exterior cubana desde el 1ro de enero de 1959 y solo deseo que esa vocación globalista, independiente y multifacética se mantenga e incluso se acentúe en el futuro previsible.

·         El artículo en dos partes de Barrenechea contiene varios puntos y reflexiones interesantes, más allá del hecho de que tenemos evidentes diferencias de opinión, debido a que partimos de opciones políticas absolutamente divergentes. Sin embargo, creo que ello no impide que podamos mantener un respetuoso debate sobre estos temas. En tal sentido, le reitero mi agradecimiento por propiciarlo.

Considerando que los contenidos de Cubaencuentro no son accesibles en Cuba por las vías normales de navegación en Internet (práctica que rechazo de manera absoluta), a continuación reproduzco el artículo en dos partes de Barrenechea:

La política exterior de Cuba en la «Nueva Guerra Fría» (I)

Este trabajo aparecerá en dos partes

José Gabriel Barrenechea, Santa Clara | 05/06/2023 1:07 pm

El pasado 7 de mayo, en su edición en inglés, On Cuba publicó el ensayo Cuba in new cold war: three scenarios, de Roberto M. Yepe. En dicho trabajo el autor identifica tres posibles políticas exteriores cubanas en el actual contexto internacional, al menos de aquí a 2030:

1. Alineamiento con los Estados Unidos.

2. Alineamiento con Rusia y China.

3. No Alineamiento.

Según Yepe, de ocurrir la caída violenta del régimen actual quienes lo sustituyan en el gobierno de la Isla elegirán la primera de dichas políticas. Para él, por tanto, la única manera en que la política exterior cubana alcanzara a proponerse algo más allá del alineamiento con los Estados Unidos es el mantenimiento del actual régimen político. No obstante, no deja de reconocer que incluso aunque no se diera el escenario de una discontinuidad política, el actual régimen podría evolucionar en la dirección de ese alineamiento con los americanos; en especial a la muerte de todos los miembros de la llamada Generación Histórica. Con lo cual de manera implícita reconoce que es precisamente en esa dirección que la realidad tiende a empujar a Cuba.

Yepe es un nacionalista, cubano, y como tal tiene profundos traumas y complejos sentimientos hacia nuestros vecinos. Mas debemos reconocer no es un nacionalista radical, de esos cuyo credo es más bien un antiamericanismo acérrimo e irredento, fundamentado en la idea de que mientras los Estados Unidos estén ahí, en pie, a Cuba solo le cabe la misión moral de enfrentarlos, y por lo tanto de aliarse a cualesquiera sean sus enemigos. Yepe es un reformista, o sea, alguien que está por intentar hacer una vida lo más normalmente posible junto a nuestros vecinos, aunque manteniendo la distancia; no es un talibán, uno de esos otros quienes les dan a sus vidas, y a la de la Nación, un objetivo y un destino de cruzada milenarista: enfrentar a los Estados Unidos: ¡Hasta la Victoria, Siempre!

Es desde esa filiación “reformista” que en este ensayo intenta convencer a los miembros de la élite dirigente cubana, a quienes va dirigido, de no dejarse arrastrar por una política exterior de alineamiento con China y Rusia, y en cambio adoptar una de no Alineamiento. Al tiempo que los convoca, además, a “…developing a coherent and comprehensive strategy to positively influence U.S. society and political system…” con el objetivo de incentivar que los Estados Unidos regresen a la política Obama.

Yepe, en consecuencia, lo que hace en este ensayo no es otra cosa que defender una propuesta reformista de política exterior para el régimen cubano, en el nuevo contexto internacional y para el porvenir inmediato. La cual también incluye sus guiños hacia la actual administración Biden. Como cuando dedica un párrafo a explicar que el régimen cubano demostraría carecer de inteligencia y juicio propio si se distanciara de China y Rusia, mientras los Estados Unidos mantienen su actual política hacia el régimen cubano. Los Estados Unidos, o de modo más exacto su grado de hostilidad hacia La Habana, escribe, son la variable independiente que decide qué dirección tomará la política exterior cubana. Por lo cual, concluye, si ese país desea evitar que Cuba derive hacia un mayor alineamiento con China, y con Rusia, debe decantarse por una política menos hostil.

En resumen, con este corto ensayo el autor le presenta a la élite dirigente del régimen una propuesta reformista, y a su vez intenta hacerle entender al establishment político americano, ya no solo a la administración demócrata, que el que esa propuesta logre imponerse o no, como la política exterior cubana, depende en esencia de sus propias decisiones políticas.

Los suspicaces habituales de siempre podrán decirme que no, que aquí el autor, al presentar las posibilidades otras de política exterior que Cuba tiene, sobre todo la de su alineamiento con China y Rusia, lo que intenta es condicionar a los Estados Unidos, para a través de esa amenaza conseguir un regreso de Washington a la política Obama. Lo cual es exactamente lo mismo que antes, porque en esta variante lo central sigue siendo la visión reformista de que el régimen puede, y necesita, vivir sin partir de la idea de una misión de Cuba como el contendor moral de los Estados Unidos. Algo que no puede dejar de ser visto más que como un paso adelante, hacia dejarse llevar por una tendencia que no puede sino arrastrarlos más que en una dirección: aquella contra la que han batallado desde por lo menos el remoto verano de 1960, y en cuyo esfuerzo han sustentado su legitimidad política.

En lo que sigue analizaré las posibilidades concretas de las dos alternativas de política exterior preferidas por Yepe, y expondré las razones de por qué creo sólo aquella de la cual quiere escapar, a toda costa, es la única realista.

Alineamiento con Rusia y China

Hay una diferencia clave entre los actuales poderes globales enfrentados a los Estados Unidos, y la Unión Soviética: sin duda el pragmatismo en la defensa del interés nacional tuvo su importancia en la política exterior soviética, pero no fue lo determinante. La Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas tenía una concepción política universalista, según la cual todos los humanos, y todos los países, por las leyes históricas del desarrollo socio-económico, avanzaban hacia un único destino común. Al pensarse a sí mismos como los más adelantados en ese camino, se sentían éticamente obligados con cualquiera que les pidiera ayuda para avanzar por él; no importa si el solicitante se encontraba dentro de su área de influencia, o no.

En contraste, la China de hoy no antepone su muy diluida visión ideológica universalista, a sus intereses nacionales mondos y lirondos y a estrictos criterios de rentabilidad económico-financiera. En cuanto a Rusia, su ideología es abiertamente el imperialismo. Las élites dirigentes de ambas superpotencias no le proponen ningún proyecto o destino común al resto de los seres humanos, solo buscan posicionar a su propia gente, y claro, a sí mismas, entre los mejor situados en una jerarquía imperialista de poderes globales[i]. En consecuencia, en lo inmediato lo que persiguen, tanto una como la otra, es un área de influencia que les sea respetada por los demás superpoderes; a cambio, claro, de respetar las ajenas. A la espera, por lo menos en el caso chino, de que en un futuro algo más distante se pueda soñar con la hegemonía planetaria para sí mismos.

En este contexto, esperar desde Cuba que Rusia, y China, mantengan hacia ella la misma relación que en su momento la Unión Soviética, es dejarse llevar por la nostalgia para no entender la profunda diferencia entre esta multipolaridad, y la que la precedió. No solo no se puede esperar lo mismo en cuanto a ayuda material, de know how, o financiera, sino incluso en cuanto a apoyo político y militar —prácticamente incondicional entonces, al menos mientras Cuba mantuviera su voluntad y determinación de construir el modelo del cual la Unión Soviética era su principal proponente a nivel planetario.

Con mucha imaginación, Cuba solo podría esperar un apoyo semejante, de cualquiera de los dos superpoderes globales que desafían el poder hegemónico americano, durante el tiempo en que los Estados Unidos continúen negándose a aceptar la división del mundo en esferas de influencia. Una vez los americanos acepten esa división que aquellos le proponen, una vez alcanzado ese acuerdo entre los tres grandes superpoderes, Rusia y China, mientras no se sientan lo suficientemente fuertes para intentar hacerse con la hegemonía global, respetarán con religiosidad las áreas de influencia ajenas… y sin duda la situación de Cuba es muy adentro de la americana, casi en su propio centro.

Rusia, por ejemplo, hoy apoya a La Habana. Pero habría que preguntarse qué ocurrirá en caso de que Donald Trump lograse recuperar la presidencia de los Estados Unidos para enero de 2025, y Vladimir Putin hubiera conseguido mantenerse en el Kremlin hasta ese entonces. En tal caso, de Trump continuar con su política previa de admitir un área de influencia rusa, para convertir a Moscú en un aliado frente a China[ii], la actual decisión rusa de apoyar a La Habana dependerá de las relaciones del presidente americano con el Exilio cubano, y de la capacidad de este último para mantener su influencia en la política americana hacia Cuba. De la administración Trump apostar por la hostilidad hacia La Habana, de más está decir que el Kremlin no va a poner en peligro todo aquello por lo que ha venido trabajando desde hace más de una década, al interior de la política americana, para mantenerse firme junto al ineficiente, contradictorio, menesteroso régimen de un señor tan impresentable y aburrido como Miguel Díaz-Canel.

En cualquier caso, el apoyo, la ayuda que Rusia hoy le proporciona a La Habana, o incluso con la que se podría soñar en el futuro de aquí a 2030, no da para mucho, si es que para algo. Dado que ese país ha pasado de ser la potencia industrial que fue en los tiempos soviéticos —en 1989 el primer productor mundial de acero-, a en lo esencial un exportador de materias primas. Rusia mantiene su estatus de superpoder solo en razón de conservar el primer arsenal nuclear del planeta, y a su inmensa extensión territorial, porque ni por lo demográfico, o por lo industrial, puede ya considerarse como tal.

En cuanto a China, quien aún a lo interno ha antepuesto los criterios de eficacia económica a los ideológicos, es evidente su nula disposición a echarse encima a un sistema económico, y a una clase política o empresarial, tan ineficiente como la cubana. La élite china demuestra haber comprendido muy bien que lo único que el régimen cubano puede venderles es apoyo político antiamericano, al costo demasiado alto de financiarles el modelo socialista del despilfarro, que los cubanos tomamos más que de Marx, de su yerno, el santiaguero Pablo Lafargue. Porque incluso si todavía no hubiera acabado de entender al régimen cubano, lo cual no parece ser el caso, el mandarinato chino se da plena cuenta de que una isla con tan escasos recursos solo vale algo por su cercanía a los Estados Unidos: como punto comercial, o como molesto vecino, y ya que mientras se mantenga el Embargo lo primero es inviable… Mas la realidad es que eso de ponerle un molesto vecino a los Estados Unidos, en sus narices, no es algo que a los mandarines les interese gran cosa: la República Popular China —esa modernización del Celeste Imperio—, que aprendió a desarrollarse al mantener la distancia de los antagonismos de la Guerra Fría, prefiere seguir una política exterior más sutil, y por demás lo de evitarse un aliado tan ineficiente es un incentivo añadido de mucho peso para no gastar su dinero en pagarle molestas vecindades a Washington.

En su lugar la República Popular China se ha cuidado de enviarle señales a los Estados Unidos de que para ellos Cuba es cosa de los americanos, probablemente con la intención de que a su vez estos admitan que los mares de China Oriental, y Meridional, pero sobre todo Taiwán, son asuntos suyos. Aquí, claro, siempre le quedará al régimen cubano la esperanza de que dado que Taiwán es para Washington de una importancia estratégica infinitamente superior, por su posición geográfica[iii] o por su producción de chips, los americanos nunca aceptarán semejante arreglo. Por lo que a medida que la situación alrededor de Taiwán empeore, cabría esperar que Pekín pierda la paciencia y abandone la sutileza en su política exterior, o hasta los criterios de eficiencia económica, para decidirse a pagar por el molesto vecino.

El problema, aparte de la proverbial paciencia de los orientales, más que demostrada en la manera en que la República Popular ha llegado a convertirse en la segunda superpotencia económica global, es que de ocurrir de esa manera los cubanos nos veremos obligados a vivir en una zozobra semejante a la de los taiwaneses hoy en día, a cambio de ganarnos a un mecenas tan cicatero como siempre lo será China. Porque si bien hasta ahora los americanos han considerado que no ameritaba intervenir en Cuba, de solo sospechar que ese archipiélago a 90 millas podría escalar hasta convertírseles en un Taiwán propio, su visión del asunto cubano cambiará de manera radical.

En resumen, entrar como aliados —en realidad como satélites— de Rusia o China, no le garantiza nada ni aun a las élites postcastristas. Tarde o temprano lo que aquellas potencias harían con Cuba es negociarla con Washington, para avanzar en su sueño de un mundo dividido en tres áreas de influencia. En cuyo diseño de las relaciones internacionales a Cuba solo le cabe ser patio trasero de los Estados Unidos.

[i] Una jerarquía que tiende a ser racial desde la interpretación de dos naciones muy homogéneas étnicamente. No en balde las antropologías rusa y china, a diferencia de la Occidental, no han renunciado a la visión de que la raza influye en la socialización, y en especial en la inteligencia humana.

[ii] En definitiva China, por su posición geográfica, siempre será un peligro mayor para Rusia que los Estados Unidos. Pekín, por ejemplo, está varias veces más cerca de casi cualquier punto en la Siberia, que Moscú. Los recursos del Ártico ruso, hacia el este, le son más accesibles a las industrias chinas, que a las rusas.

El que la contradicción entre Rusia y China es mayor que la existente entre cualquiera de esas dos potencias y los Estados Unidos, ya lo había entendido el mismo Mao, desde finales de la década del sesenta.

[iii] Estados Unidos comparte con China un océano, el Pacífico, y esa primera “cadena de islas”, de la cual Taiwán es parte, les es vital para asegurarse no perder el predominio en el mismo.

https://www.cubaencuentro.com/cuba/articulos/la-politica-exterior-de-cuba-en-la-nueva-guerra-fria-i-342508

La política exterior de Cuba en la «Nueva Guerra Fría» (II)

Segunda y última parte de este trabajo

José Gabriel Barrenechea, Santa Clara | 06/06/2023 12:40 pm

Debemos empezar por preguntarnos si en esta nueva Guerra Fría será igual de fácil echar mano del no alineamiento. No hay razones para confiar en que lo sea. Porque la realidad es más bien que lo ocurrido entre 1945 y 1989 ha sido bastante inusual en el contexto de relaciones internacionales, a través de la Historia.

Por ejemplo, antes de 1918 Europa se rigió por los mismos principios que ahora propone el Kremlin: por la idea de que la soberanía era un derecho solo de los fuertes, en razón de la naturaleza de las cosas, pero también en el del interés general en la estabilidad internacional, y que por tanto solo los grandes poderes tenían derecho a ser soberanos, mientras cualquier pequeña o poco poderosa unidad política, o incluso nacional, debía ser ocupada y luego absorbida —las pequeñas o poco poderosas unidades políticas o nacionales eran vistas solo como factores de inestabilidad. En base a esa visión de las relaciones internacionales, entre las postrimerías del siglo XVIII y 1900 la mayoría de los pequeños estados europeos, y no pocas de sus naciones más atrasadas o menos poderosas, terminaron por ser absorbidos por un grupo de siete grandes potencias[i]. El derecho a la independencia de los pequeños estados, o de las naciones poco poderosas o atrasadas, sólo fue respetado en el de aquellas trepadas en las montañas o hundidas en los pantanos, como Suiza o los Países Bajos, o en el de aquellas en que al varias potencias disputarse ese territorio, como Bélgica y Dinamarca[ii], se prefirió dejarlas por su cuenta.

Por tanto, no, en el nuevo contexto de las relaciones internacionales que propone abiertamente Moscú, pero también Pekín, aunque con mucho más disimulo, el cual contexto por demás se apoya materialmente en la tendencia actual de la economía global a dividirse en grandes bloques independientes, no será igual de fácil definirse por el no alineamiento. Es improbable que los superpoderes actuales, núcleos de los bloques económicos en formación, pasen en lo inmediato más allá, hasta la eliminación de la independencia, o un masivo corrimiento de las fronteras, en primer lugar por el peso de las tradiciones de respeto a la soberanía nacional heredadas del siglo XX, pero sobre todo porque tanto Rusia, como China, son unidades étnicamente muy homogéneas, con un gran interés en mantenerse así –lo cual no podrían conservar de comenzar a absorber territorialmente a otras naciones y etnias. Sin embargo, dentro de sus áreas de influencia, o de lo que consideren como tal, las cuales áreas ahora incluirán a todo el planeta, ni esos superpoderes, ni los Estados Unidos, serán tan permisivos como lo fueron las superpotencias de la Guerra Fría anterior. Estados como Brasil, o la India, sin duda conseguirán mantener un alto grado de independencia, política y económica, pero ese no será el caso de los pequeños, como Cuba, Bielorrusia, o Birmania, justo junto a los actuales superpoderes.

Hay que acabar de entender que la anterior Guerra Fría se desarrolló en un contexto muy ideológico, en que los dos grandes centros de poder admitían los principios de convivencia internacional de Woodrow Wilson[iii]: la inviolabilidad de las fronteras, y al menos en teoría la soberanía e independencia de los estados dentro de ellas. En un final eran, más que dos estados en lucha por el poder global, dos concepciones de la sociedad y la economía que se disputaban entre sí el corazón y la voluntad de todos los humanos, a quienes por lo tanto se les debía permitir cierta capacidad de decisión a nivel nacional.

Si bien esto último no era tan así, y los golpes de estado preparados por la CIA o el KGB abundaron entre 1945 y 1989, e incluso las intervenciones militares abiertas —aunque siempre para apoyar a un sector de la población local, real, creado o supuesto, que compartía visión ideológica con el interventor—, en comparación las diferencias con el nuevo contexto de la segunda Guerra Fría sí son importantes. Ahora hablamos de la vuelta al realismo político en las relaciones internacionales, y del abandono del idealismo en ellas. Del retorno de la vieja política anterior al principio de soberanía de las naciones, aquella en que simplemente se interviene de manera directa en base a un interés nacional que no se disfraza tras declaraciones idealistas. Del retorno al derecho de la fuerza, sin necesidad de fingimientos Porque repito, lo que proponen los actuales retadores de la hegemonía de los Estados Unidos, o incluso un sector muy importante dentro de la propia política americana, es no otra cosa que un acuerdo de división del mundo entre los fuertes, en el cual la opinión de los menos fuertes no importa. Y en ese contexto pensar que se puede echar mano del no alineamiento, al menos por aquellos estados que de manera evidente quedamos muy adentro del área estratégica de cada uno de los grandes súperpoderes, o en los puntos clave del planeta, no es más que un sueño.

En todo caso que Cuba consiga o no adoptar una política de no alineamiento dependerá de la buena voluntad de los Estados Unidos, y de su determinación a mantenerse comprometidos con los principios internacionales de Woodrow Wilson. Si los Estados Unidos aceptaran finalmente la idea de las zonas de influencia, dentro de las cuales el interés de estabilidad global dicta la necesidad de que los pequeños estados y naciones al interior de las mismas se subordinen a la superpotencia respectiva, la independencia de Cuba para mantener una política de no alineamiento no será en todo caso más que una fantasía. Pero incluso si los Estados Unidos no cedieran por completo, se resistieran ante las tendencias de la época y optaran por mantener su actual posición ideológica de campeones globales de la Democracia, la cercanía a ellos de Cuba, geográfica pero también demográfica, porque un crecido por porcentaje de la sociedad cubana transnacional vive allí, la actitud y la filosofía de sus contendientes globales… todo, en fin, los obliga a no permitirse una República de Cuba que no se declare su aliada en la defensa de esos mismos principios y valores de la política exterior —los principios y valores en base a los cuales podría soñar con no alinearse. Con lo que no, ni tan siquiera ese caso a Cuba le cabría optar por el No Alineamiento.

Alineamiento con los Estados Unidos

La realidad es que a Cuba solo le cabe alinearse a los Estados Unidos, e incluso no quedarse en un simple alineamiento diplomático, sino en buscar acercarse a ellos económica o políticamente todo lo que la propia política americana lo permita. Insistir en empujar a Cuba en dirección contraria es condenar a la población cubana a sacrificar los niveles de vida que podría alcanzar, para que una minúscula élite, que no compartirá el sacrificio, consiga satisfacer sus ansias de poder, y de estatus internacional –los guías de una proeza numantina.

Como hemos visto, incluso en caso de que los Estados Unidos se dejaran arrastrar por la concepción política internacional de quienes los desafían, a Cuba no le queda otra solución que alinearse a ellos. Porque en caso de que los tres grandes coincidieran en la misma visión imperialista, de áreas de influencia, esas otras opciones presentadas por Yepe existen menos que nunca: ni alinearse a Rusia y China, ni mantenerse a distancia de cualquiera de los grandes súper poderes globales —hasta aquí hemos hablado de tres, pero no hay que descartar que ese número llegue a los cuatro, si la India termina por acercarse a los Estados Unidos.

A menos que alguno de los nuevos polos de poder global abandonara el nacionalismo[iv] para pasarse a una ideología universalista, a la manera de la desaparecida Unión Soviética, Cuba no podrá escapar de la realidad, más que a costa de las vidas de su gente de a pie. De esos, que a pesar de poner todos los sacrificios, nunca saldrán en la foto con que se ilustra el heroísmo numantino del pueblo cubano ante el Imperio más poderoso de la Historia.

Que la tendencia de Cuba es alinearse a los Estados Unidos, el mismo Yepe lo comprende, como hemos mencionado más arriba. Lo admite al reconocer que esa tendencia es tan fuerte como para que exista la posibilidad de que el mismo régimen, tras la desaparición de los últimos remanentes de la generación histórica, se deje arrastrar por ella. De hecho, que Yepe escoja situar de primera en su lista la opción de alinearse a los Estados Unidos puede entenderse como una manera de presentar a las otras como las posibilidades que podrían salvarnos de esa, tan poco querida.

El asunto es que aun cuando se admita esa tendencia real, desde la posición de Yepe no se puede avanzar más allá. Para ello habría que admitir la necesidad de eliminar al actual régimen cubano, o de cambios al mismo que en definitiva implicarían su destrucción, y eso, desde dentro de él, es pedir demasiado. Porque es ese régimen, o por lo menos lo que aún queda de su dirección histórica, lo único que evita que la tendencia a acercarnos a los Estados Unidos se cumpla. Lo cual, si miramos a nuestro alrededor, en lo profundo de la Isla, el régimen nacional-castrista solo lo logra al costo de empobrecer y despoblar cada vez más a la sociedad cubana.

[i] Rusia, Suecia, Austria-Hungría, Alemania, Italia, Francia y España. Ese sistema de estabilidad europeo colapsó por la “balcanización” del sureste europeo: el que al retirarse el Imperio Otomano dejara atrás una miríada de pequeños estados, inconformes siempre con sus fronteras.

[ii] Dinamarca, como Lituania, Estonia y Letonia entre 1920 y 1940, le debió su independencia a la Royal Navy, dado el interés británico de que los alemanes no dominaran la entrada del Mar Báltico. De no ser por ello la Alemania de Bismark no hubiera dudado un momento en anexársela.

[iii] Suele agregarse al nombre de aquel el de Franklin Delano Roosevelt, como si hubiera sido partidario de esa concepción de soberanía igual para todos, independientemente de su tamaño. La verdad es que este presidente más bien imaginaba un sistema de cinco grandes “policías” mundiales, que se dividían el mundo y se ponían de acuerdo entre ellos en el Consejo de Seguridad de la ONU para conservar la estabilidad mundial. El camino que después tomaría la política internacional en la Guerra Fría en alguna medida iba en contra de su sentido realista de la misma.

[iv] El imperialismo no es otra cosa que el nacionalismo de los grandes. Desde la visión de nosotros, los pequeños.

https://www.cubaencuentro.com/cuba/articulos/la-politica-exterior-de-cuba-en-la-nueva-guerra-fria-ii-342520

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