El discurso de Obama en la Academia Militar de West Point
El
discurso de Obama en la Academia Militar de West Point
Roberto Miguel Yepe Papastamatin
El pasado 28 de mayo, con el discurso pronunciado en la
Academia Militar de West Point[1], Barack Obama y su equipo
de asesores demostraron, una vez más, poseer una extraordinaria capacidad para
molestar o decepcionar a casi todo el mundo en un amplio abanico ideológico,
abarcando desde la derecha cavernaria -a la que solo resta acusar formalmente
al presidente estadounidense por traición a la patria y cuyas críticas siempre destilan
un racismo implícito-, hasta aquellos que desde posiciones liberales y de izquierda
no se rinden ante la evidencia y perseveran en el empeño de pedirle peras al
olmo. Dadas estas circunstancias, asumo el riesgo de que este comentario pueda
malinterpretarse como una defensa de la posición de Obama, cuando solo se trata
de un intento por comprenderla, identificando y contextualizando algunos
aspectos interesantes, y buscando contribuir, tal vez, a un debate sobre el
tema.
El texto del discurso en cuestión contiene una serie de
postulados y falacias inaceptables para cualquier persona con posiciones
mínimamente favorables a un mundo más justo, equilibrado y pacífico. En lo que
ya podrían considerarse verdaderas piezas de colección dentro de la tradición del
Destino Manifiesto, el patrioterismo estadounidense y la arrogancia hegemónica,
Obama señaló:
«Los Estados Unidos son y seguirán siendo la única
nación indispensable[2]. Eso fue cierto en el
siglo pasado y será cierto en el siglo por venir».
«Los Estados Unidos deben liderar siempre en
el escenario internacional. Si no lo hacemos, nadie lo hará. La fuerza militar
a la que ustedes se han incorporado es, y siempre será, el soporte fundamental
de ese liderazgo».[3]
«Creo en el excepcionalismo estadounidense
con cada fibra de mi ser».
Esta retórica repudiable de Obama tiene la evidente
intención de protegerse anticipadamente en una zona débil de su frente político
interno. Desde el inicio de su primer mandato, los sectores neoconservadores le
han endilgado, de manera virulenta y sistemática, una supuesta falta de
patriotismo y una pretendida tendencia a hacer concesiones o a claudicar en los
conflictos con potencias extranjeras, así como a “disculparse” continuamente
ante el mundo por el “liderazgo” estadounidense. Al parecer, tantos ataques han
hecho mella en el espíritu del Presidente, determinando una involución en su
pensamiento[4].
Hasta qué punto ello responde a nuevas convicciones personales o a instintos
básicos de sobrevivencia política, es algo muy difícil o imposible de
determinar.
Obama y su gobierno también han sido duramente criticados
desde la derecha por supuestamente haber socavado de manera sensible el poder
relativo de los Estados Unidos en el mundo, determinando una tendencia a la
declinación del “liderazgo” de esa nación.[5] Como respuesta a tales
críticas, Obama intentó refutar la tesis de la declinación con afirmaciones que
no se corresponden con la realidad o que, en el mejor de los casos y para
decirlo suavemente, son muy controversiales y requerirían de una mayor
evidencia empírica:
“…pocas veces los Estados Unidos han sido más
fuertes con relación al resto del mundo. Quienes argumentan en otro sentido -los
que dicen que los Estados Unidos están en declive o que su liderazgo global se
ha esfumado-, se equivocan al leer la historia o están comprometidos en la
política partidista”.
“…hemos reenfocado nuestras inversiones en
aquello que siempre ha sido una fuente clave de la fuerza de los Estados Unidos:
una economía en crecimiento…”
“…nuestra economía sigue siendo la más
dinámica en la Tierra…”[6]
Sin dudas, resulta muy difícil abstraerse de toda la
retórica anteriormente expuesta al intentar evaluar con objetividad este discurso
del presidente estadounidense, pues ella ensombrece o dificulta el
reconocimiento de otros aspectos interesantes y hasta positivos relacionados
con la evolución doctrinal de la política exterior estadounidense de la
postguerra fría.
En este sentido, Obama se refirió, de manera
necesariamente simplificada, a las principales
escuelas de pensamiento que, históricamente y dentro del establishment, han
pugnado por prevalecer en la conducción de la política exterior de su país. Así,
estableció la divergencia entre los autodenominados “realistas” y los
“intervencionistas de derecha y de izquierda”[7]. Al hacer tal descripción
del mapa ideológico estadounidense en materia internacional, Obama pretendió
situarse a sí mismo en una posición intermedia o equidistante con respecto a
las posturas más extremas de estas respectivas corrientes, algo muy complejo
tanto desde el punto de vista conceptual como en el orden práctico y que, a
juzgar por las reacciones prevalecientes en sectores políticos y en los medios
académicos y periodísticos especializados, no ha sido particularmente exitoso,
al dejar contrariados o inconformes a muchos y satisfacer a muy pocos. [8]
Sin embargo, el aspecto más trascendente del discurso de
Obama tiene que ver con la redefinición de los criterios para la utilización
del poder militar estadounidense en el mundo. Y aquí es justo reconocer que el
principal objetivo del presidente estadounidense fue abogar por un enfoque más
restrictivo que el que ha imperado desde los atentados terroristas del 11 de
septiembre de 2001.
Según los criterios propuestos por Obama, los Estados
Unidos utilizarán su dispositivo militar “cuando nuestros intereses esenciales
lo exijan, cuando nuestro pueblo sea amenazado, cuando nuestros medios de vida
estén en juego y cuando la seguridad de nuestros aliados esté en peligro”. Y
añadió seguidamente: “Aun en estas circunstancias, necesitaremos plantearnos
cuestiones difíciles sobre si nuestras acciones son proporcionales, efectivas y
justas”.
Si bien es cierto que estos criterios generales mantienen
un nivel suficiente de ambigüedad que los hace susceptibles de manipulaciones e
interpretaciones amplias en caso necesario, es justo reconocer que marcan una
diferencia significativa, en términos positivos, con respecto a las nociones
sobre la guerra ilimitada contra el terrorismo y las acciones militares
preventivas en “cualquier oscuro rincón del mundo” o contra “60 o más países”, postuladas
por George W. Bush en el mismo escenario de la Academia de West Point, 12 años
antes, y que nunca han sido rechazadas de manera explícita y oficial por el
gobierno estadounidense[9].
Desde el punto de vista práctico e inmediato, este enfoque
más restrictivo tiene la clara intención de apuntalar las posiciones mantenidas
por el gobierno de Obama con respecto a las situaciones en torno a Siria y Ucrania,
en las que ha evitado un escalamiento en las acciones de carácter militar, pese
a las fuertes presiones en ese sentido y las duras críticas de parte de los
sectores neoconservadores.
El presidente estadounidense también dedicó un espacio al
problema del cambio climático, definiéndolo como una seria amenaza a la
seguridad nacional y abogando por una acción cooperativa a nivel global para
preservar el planeta. Se trata de un tema cuya propia existencia aun es negada
por la derecha más retrógrada en los Estados Unidos y que muy probablemente no
hubiera sido ni siquiera mencionado en el discurso presidencial de un gobierno
con predominio de los neoconservadores.
Nada de lo dicho anteriormente implica en modo alguno
justificar o aceptar las petulantes formulaciones en torno a la hegemonía y el
supuesto excepcionalismo estadounidense reseñadas en la parte inicial de este
comentario. Lo que he querido subrayar es que el contenido del discurso de West
Point requiere una valoración minuciosa, balanceada y justa ante la complejidad
del fenómeno y de los límites en los que deben moverse Obama y su gobierno.
Además, más allá de la retórica utilizada, habría que
evaluar las implicaciones prácticas que pudieran derivarse de una posible
disminución de la propensión al uso del poder militar, así como de la ejecución
de un enfoque más proactivo y cooperativo en el enfrentamiento al cambio
climático por parte de los Estados Unidos. El abordaje discursivo que ha hecho
Obama de estos dos temas, de los que puede depender la propia sobrevivencia de
la especie humana, se sitúa definitivamente en el lado positivo dentro de los estrechos
marcos permisibles por el establishment político estadounidense. Por mucho que
se pueda criticar merecidamente al actual gobierno, es preciso tener presente
que el sistema político de ese país es perfectamente capaz de producir
alternativas mucho peores. Ya el mundo las ha tenido que sufrir, y en tiempos
no muy lejanos.
[1] The White House. Office of the Press Secretary.
«Remarks by the President at the United States Military Academy Commencement
Ceremony, May 28, 2014».
[2] La expresión «la nación indispensable»
fue ampliamente utilizada por Madeleine Albright, Secretaria de Estado durante
el segundo mandato presidencial de William Clinton, aunque fue originalmente
acuñada por el historiador estadounidense James Clarke Chace. Obama le ha
agregado la palabra “única”.
[3] “Liderazgo” es el eufemismo más utilizado
dentro del vocabulario empleado por el gobierno estadounidense para evitar el
uso de otros conceptos como “dominación” y “hegemonía”. Este aspecto fue puesto
de relieve por el investigador Jorge Hernández Martínez en la Mesa Redonda del
canal Cubavisión de la Televisión Cubana, transmitida el mismo 28 de mayo. En
la crítica más contundente y detallada que he encontrado sobre el discurso de
West Point, el investigador Jan Oberg considera que la obsesión con el tema del
liderazgo, notable a lo largo del texto, revela un temor profundo a que los
Estados Unidos no sigan siendo la nación líder durante mucho tiempo más (Jan
Oberg. Obama’s West Point Speech:
Offending, Full of Contradictions and Imbued with Unbearable Self-Praise) A esto puedo añadir que, en otro
momento, me tomé el trabajo de determinar la frecuencia con la que había sido
utilizada la palabra “liderazgo”, u otros vocablos derivados de la misma, en la
Estrategia de Seguridad Nacional de 2010, lo que arrojó la cifra de 71 veces,
en un documento de 60 páginas. En este discurso de West Point, un documento
relativamente corto, se utiliza 20 veces.
[4] Durante una visita a Francia en el
2009, interrogado por un reportero sobre si creía en el “excepcionalismo
estadounidense”, Obama respondió: “Creo en el excepcionalismo estadounidense,
de la misma forma que sospecho que los británicos creen en el excepcionalismo
británico y los griegos creen en la excepcionalismo griego”: (The
White House. Office
of the Press Secretary: «News Conference by President Obama, April 4, 2009»)
[5] Las discusiones en torno a la tesis
de la declinación del poder estadounidense se remontan, como mínimo, a los años
finales de la década de los ochenta, estimuladas por la publicación en 1987 del
célebre libro The Rise and Fall of the
Great Powers, del historiador británico Paul Kennedy. Se trata de un tema
complejo en el que no resulta conveniente realizar simplificaciones en un
sentido u otro pero, en cualquier caso, atribuirle la responsabilidad al
gobierno de Obama por una situación de naturaleza acumulativa -exonerando a los
sucesivos gobiernos republicanos que condujeron a la economía estadounidense a
niveles de endeudamiento sin precedentes y a una crisis presupuestaria
insostenible-, evidencia, como mínimo, una profunda deshonestidad intelectual.
[6] Obama ya la había emprendido contra
la tesis de la declinación en el discurso del Estado de la Unión de enero de
2012, inspirado, según trascendió en su momento, por los argumentos contenidos
en un ensayo del prominente intelectual neoconservador Robert Kagan. Pero esto
pareció más bien una respuesta defensiva a las acusaciones emitidas por el
entonces candidato presidencial republicano, Mitt Romney –de quien Kagan
precisamente en ese momento era asesor-, en el sentido de que Obama se habría
resignado a la idea de una inevitable declinación de los Estados Unidos. Ver:
Josh Rogin. Obama
embraces Romney advisor’s theory on «The Myth of American Decline».
[7] Otros prefieren referirse a esto como
el bloque conformado por los neoconservadores (que serían los intervencionistas
de derecha) y los liberales intervencionistas (que son a los que Obama denomina
como intervencionistas de izquierda), quienes desde hace algunos años han
establecido una alianza tácita en temas importantes de política internacional.
[8] Esta intención de articular una
posición ecléctica en materia de política exterior no resulta un hecho
novedoso, sino más bien ha sido una regularidad discernible en las respectivas
políticas desarrolladas por los sucesivos gobiernos estadounidenses posteriores
a la segunda guerra mundial, en las que ninguna de las principales escuelas de
pensamiento se reflejó en la práctica en un estado puro. Lo que ha sido inusual
es la referencia explícita a esta cuestión por parte de los presidentes de ese
país, ya sea por puro desconocimiento o desinterés con respecto a los debates
teóricos y académicos, o por el deseo de evitar ataduras conceptuales que
pudieran eventualmente limitar el margen de acción para enfrentar los complejos
problemas internacionales.
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