Emir Sader contra el catastrofismo
Este
enfoque
que nos propone Emir Sader,
tomado de Página 12, es muy necesario y
particularmente válido en la época que nos ha tocado vivir. Al final, como
aseveró Marx en sus Tesis sobre Feuerbach, “los filósofos no han hecho más
que interpretar de diversos modos el mundo, pero de lo que se trata es de
transformarlo.”
Saludos,
R.
Yepe
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Contra
el catastrofismo
Por
Emir Sader
El
que quiera refugiarse en el catastrofismo tiene un puerto seguro donde recalar.
Puede seguir, diariamente, destacando los descalabros del mundo de hoy, entre
guerras, miserias, crisis económicas, inestabilidades políticas, amenazas
medioambientales, entre otros.
Total,
el capitalismo, habiendo triunfado en la Guerra Fría, no ha logrado retomar un
ciclo expansivo de la economía. Al contrario, en el centro mismo del sistema,
en sus regiones más ricas, ya hace 6 años que está en crisis profunda, que
destruye el Estado de bienestar social –su mejor construcción histórica–. Las
economías norteamericana y europea no tienen horizonte para volver a crecer,
difundiendo sus tendencias recesivas hacia la coyuntura del sistema.
La
hegemonía imperial norteamericana, aun habiendo triunfado en la Guerra Fría,
tropieza en un mundo de guerras cada vez más prolongadas, brutales y sin
perspectivas de paz. Afganistán, Irak, Libia, Siria, Palestina, entre otros,
son epicentros de guerras y violencias cada vez más sangrientas, sin que
ninguna instancia intervenga para buscar soluciones de paz.
En
un mundo de riquezas, la miseria, la pobreza, la exclusión social, la
desigualdad sólo se multiplican. Desde Europa hacia África, pasando por Asia y
por países de Latinoamérica –como México, por ejemplo–, la situación social se
deteriora.
Un
catastrofista puede desde su ventana –o desde su computadora– hacer su diario
del fin del mundo, con materiales fértiles. El mundo está al borde de una
crisis ambiental que lo llevará a la desaparición. El capitalismo presenta un
escenario de estancamiento, de predominio de la especulación sobre la
producción, de eliminación de empleos formales y de derechos sociales en
general. Habrá quien diga que terminará en 50 años, sin explicar qué es lo que
lo sustituirá ni cómo se daría ese final.
Total,
el mundo es un caldo de cultivo para el catastrofismo. El denuncismo prolifera
por todas partes. Hay generaciones de cronistas del caos, que nunca han
construido nada, cuyas denuncias son reiteradamente desmentidas por la
realidad, sin que cambien sus posturas.
El
catastrofismo le hace el juego al mantenimiento del mundo –catastrófico, por
cierto– tal cual él existe. Busca descalificar a todo intento –realizado o no–
de construir alternativas –que serían y son fatales para los catastrofistas.
Parece una posición radical, intransigente, profunda, pero en verdad es una
posición conservadora, resignada, que transita entre el escepticismo y el
cinismo.
Es
cómodo, se exacerba la crítica radical de todo lo existente, “todo es igual,
nada es mejor”, como canta “Cambalache”. Pero es una invitación a la
inactividad, que logra a veces conquistar a jóvenes que, precozmente, asumen
actitudes de renuncia a asumir la realidad –con su complejidad y sus
contradicciones– como ella efectivamente es.
El
catastrofismo no es resultado de un análisis, es una postura psicológica,
cómoda, perezosa para encarar la realidad. Tiene, como efecto, quitar fuerzas
–intelectuales y políticas– a las luchas de trasformación de la realidad.
Toda
visión catastrofista toma una o más de una tendencia real, para proyectarla a
futuro, sin considerar las –siempre existentes– contratendencias. Ninguna
tendencia catastrofista tuvo tanta difusión como la visión malthusiana respecto
de la expansión demográfica y la supuesta incapacidad para producir alimentos en
ese mismo ritmo. Una proyección que se reveló equivocada: hoy se producen
alimentos para el doble de la población mundial, pero muy mal repartidos. A la
vez en varias partes del mundo hay decrecimiento demográfico.
Al
igual que hoy, hay síntomas de contratendencia, que terminan por desmoralizar
las previsiones catastrofistas. Sí, el mundo no está bien, guerras, miseria,
contaminación, pero pregúnteles a los chinos qué les parece la idea de que se
va al peor de los mundos. Y no son pocos los chinos. Pregúnteles a los
brasileños si han mejorado o empeorado sus vidas, si piensan que van a seguir
mejorando o no, si están contentos de vivir en su país. Pregúnteles a los
bolivianos, a los ecuatorianos.
Esos
que han mejorado se han opuesto y contradicho a los fatalismos, el pensamiento
único, las fórmulas económicas que pretendían ser insuperables o las
previsiones pesimistas, catastrofistas. Porque todos los grandes cambios, que
mejoran la vida de la gente, son hechos en contra de los catastrofismos.
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